Pero, ¿Quién es Emilia?

Aún recuerdo la frase que pronuncié esa noche de lluvia a mi buen amigo Erwin Coletti: “Vamos, que ya sale Emilia”, la emoción me embargaba y no sabía el porqué. Llegábamos de la universidad y eran las 8:00 pm en la esquina de Montero Rosas, cuando un tumulto gritaba y corría sin cesar, los flashes de las cámaras digitales se disparaban rápidamente, llegué al lugar de los hechos para comprobar in situ que estaba pasando y la respuesta fue evidente. Había terminado el programa de televisión Habacilar y su conductor el “feo” Raúl Romero abandonaba las instalaciones de América Televisión y los asistentes no desaprovecharon la oportunidad de pedir algún autógrafo. Yo me pregunto: ¿qué harían con un autógrafo de Raúl Romero? La respuesta aún la estoy pensando.

Sin perder tiempo caminé sigilosamente a la puerta del canal, pero como seguía la multitud aclamando a cada una de las personas que salían del canal sean famosas o no, decidí trasladarme a un lugar privilegiado que lejos de ser un palco VIP se convirtió por una noche en mi centro de operaciones para ver a Emilia.

Conforme pasaban los minutos le comentaba a Erwin- recordando viejas querellas- aquella foto con Anahi de Cárdenas tomada con la histórica Kodak de mi abuelita, pero esa ya es otra historia. Como decía, mientras me encontraba dialogando pude presenciar un hecho curioso, salió del canal la modelo Thalía (el apellido no sé como escribirlo) y cuando intentaba ingresar a su automóvil, una chica bajita se abalanzó encima de ella para pedirle un autógrafo y una foto, provocando la reacción de Thalía con las palabras: “Déjame que me puedo caer” reflejando en el rostro la firmeza y dureza que balo cuatro luces y dos cámaras serian totalmente opuestas.

A partir de allí, me encontraba aislado bajo el techo del segundo edificio del canal, esperando a Emilia, este era el segundo intento, ya que el primero fue un fracaso, ya que el objetivo pudo escapar y al ilusionado redactor de este blog solo le quedó mencionar la frase de “Los Heraldos negros” de César Vallejo: “Hay golpes en la vida tan fuertes yo no sé”.

Eran las 8:18pm y no había rastro alguno de Emilia, mi paciencia se agotaba, mi animo decaía, mi cabeza agacha era símbolo de la resignación de no poder verla, pero de pronto como los cuentos de hadas apareció a través de las lunas del canal un cabello dorado como el sol que abrió mis pupilas de par en par, era ella, mi Beatriz si fuera Dante, mi Julieta si fuera Romeo.

Esa alegría duro apenas unos segundos porque desapareció por los pasillos del canal, haciendo despertar mi instinto de Sherlock Holmes y preguntarme porque puerta va a salir.
Ante esta duda, Erwin atinó en decirme que saldría por la puerta de atrás donde había al parecer estacionado su auto; ante tal efectividad de razonamiento solo pude decir: “Elemental, mi querido Watson”. Y efectivamente Emilia salió raudamente hacia su auto por la puerta trasera y pasó velozmente por nuestro puesto de vigilancia, siendo interrumpida intempestivamente por algún fanático en la esquina del canal justo frente a mí.

¿Qué hacer? Decidí a pesar de la lluvia que había empapado sus parabrisas, acercarme para verla en persona, lo hice, pero no pude observar nada por lo antes mencionado. Su vehículo arrancó velozmente perdiéndose entre la neblina de aquellas calles de Santa Beatriz.
Y “Al final de la batalla y muerto el combatiente…”* me retiré rumbo a casa pensando: Pero, ¿Quién es Emilia?

*Fragmento del poema “Masa” de César Vallejo

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